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viernes, 22 de abril de 2011

UN GAY NO ES UN CACHORRO DE KOALA



El jueves una compañera de trabajo me invitó al cumpleaños de una amiga. La verdad es que no tenía ganas de ir y menos cuando se hicieron las 20:30hs y todavía no me había bañado. Pensé: no puedo ser tan amargada, es jueves a la noche, es feriado, no puedo estar haciendo la vida de una nona con 29 años. Salté de la cama y me dispuse a ir.
Cuando llegué a la casa de esta tal Marianela me encontré con un grupete de 5 minas, super empilchadas, hablando a los gritos y riendo como si estuvieran viendo al mismo Capusotto en vivo y directo.
Pedimos, va, pidieron, comida china, mientras hablaban de las ventajas de la filosofía china, de yoga y el sexo tántrico. Me volvió la imagen de hacía una hora, yo en pijamas en la cama, tejiendo una alfombra y pensé porque no me quedé en mi casa!
-         Che, alguna de ustedes tiene un amigo gay? Preguntó una desubicada en la mitad de la cena.
Yo que estaba entramada en mis varetas, contesté sin pensar.
-         Sí, yo. Mientras me salían las palabras pensaba, porqué carajo estoy hablando de las preferencias sexuales de mis amigos con esta gente que no conozco y que encima en este breve lapso de tiempo me demostraron ser unas boludas conchetas. Pero era tarde, ya había abierto la boca.
Para peor la tarúpida que había preguntado me mira sonriente, y con una expresión en la cara como si estuviera por hablar de un cachorrito de kohala, grita:
-         Ah… que copado debe ser tener una amigo gay! ¿No chicas?
Yo que estaba enojada por haber abierto la boca en esta reunión de cuarta de la que ya quería irme antes de llegar, me vi en la inmensa y estúpida necesidad de decir algo y la embarré peor.
-         Mirá flaca, lo único “copado” de tener un amigo gay es que podes llorar en el hombro sin miedo de que después de un rato, para consolarte, te quiera llevar a la cama. Y sin más agarré la cartera y empecé a saludar.
Mientras la cumpleañera en silencio me acompañaba a la puerta, en la cocina se podía escuchar que murmuraban. Seguramente sobre lo loca que estoy, o sobre la envidia que les causaba que yo tuviera lo que ellas querían, un hombre que les decore la casa, les diga que están lindas y les hable de cocina, ropa y maquillaje. Lo que estas boludas no ven es que cuando crean que tocan el cielo de la felicidad por tener al lado al Hombre ideal, se van a dar cuenta que a este Hombre ideal le gusta más la picada de salamín que el arroz con almejas.
Ya en la vereda y con el aire pegándome en la cara me juré no ir más a lugares a los que de entrada no tuviese ganas.
Por suerte el taxi vino rápido.

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